domingo, 31 de agosto de 2014

¿Quién mató al general Concha?

Las muertes de dos famosos generales españoles están bajo sospecha. Las versiones oficiales cada vez merecen menos crédito. Las últimas investigaciones nos hacen sospechar sobre las tramas de conspiración que pudieran estar detrás de estos sucesos.


Quizá la historia de España hubiera cambiado de no haber ocurrido el atentado mortal contra el general Prim. La versión oficial dice que Prim fue asesinado por varios tiros de arcabúz, realizados al paso de su berlina de caballos. En la calle del Turco, en Madrid, en la navidad de 1870, bajo una intensa nevada, varios embozados esperaban la llegada del carruaje del Primer Ministro español y se abalanzaron contra el coche de caballos disparando incesantemente. La muerte de Prim dejaba sin apoyos al nuevo rey, Amadeo de Saboya, que se disponía a reinar según los criterios de una monarquía parlamentaria. Hoy sabemos que los políticos del momento mintieron oficialmente, aseverando que Prim había muerto tres días después. Ninguno de los disparos afectó a órganos vitales. Sin embargo, según la autopsia que se acaba de hacer a la momia de Prim, hubo una bala que le originó una fuerte hemorragia que acabó con su vida en ese mismo instante. ¿De dónde provenía esa bala? Todavía no lo sabemos. Sí sabemos que este asesinato estaba organizado por los principales poderes del Estado Español, que son los que se encargaron de difundir todo tipo de mentiras y de ocultar las pruebas. La monarquía democrática fracasó.

Fotografía de Sergio Casi
Otro general moriría unos años después cerca de Abárzuza. En la batalla del Alto Muru (junio de 1874), una bala demasiado certera, derribó del caballo al general Concha. En ese lugar un monolito recuerda el suceso. La versión oficial dice que el disparo lo hicieron los carlistas. En Eraul, no se lo creen. Los abuelos pasan a sus hijos y nietos que a Concha lo mataron sus propios hombres. ¿Había un móvil para este asesinato? Parece que sí. Concha era un general a las órdenes del gobierno de la I República Española. Como la mayoría de los militares de ese momento no creía en los republicanos y conspiraba para entregar el poder a Alfonso XII. Así que bien los republicanos, como los conspiradores del borbón temerosos del poder que podría conseguir Concha, podían tener motivos para matar a tan heroico oficial. No cabe duda, de que es muy difícil de explicar que una bala, disparada desde las trincheras carlistas, a casi mil metros de distancia pudiera acertar en el blanco con tanto éxito. Necesitaríamos una nueva autopsia y quizá nos encontráramos con grandes sorpresas. Es probable que como en el caso de Prim, la versión oficial esté llena de mentiras.

Monumento a Concha. Muru-Abárzuza. Foto de S. Casi

jueves, 21 de agosto de 2014

La ratonera de las Peñas de San Fausto

Un ejército liberal mal dirigido por generales pertenecientes a la alta nobleza española sufrió una emboscada del astuto Zumalacárregui, en el estrecho de las Peñas de San Fausto. La carnicería tiñó de rojo las aguas del cercano río Urderra.


Paso de San Fausto. Foto de Sergio Casi
En la Primera Guerra Carlista, antes de que los partidarios de D. Carlos conquistaran Estella los enfrentamientos se solían producir en los valles de la montaña. Como los habitantes del país apoyaban a los carlistas, los liberales decidieron castigarles arrasando los molinos de Yerri y Guesálaz. La represalia de los de Yerri no se hizo esperar y atacaron a la retaguardia de los liberales en una emboscada en Iranzu. Esto atrajo más tropas liberales que viniendo de Contrasta se situaron en el pueblo de Galdeano. Desde allí, el general Figueras inicia una retirada hacia Estella con el fin de ser el cebo a un ataque de Zumalacárregui que estaba en Améscoa. Si lo atraían hacia el valle de Allín, caería en la trampa y sería atacado en la retaguardia por las tropas del general liberal Carondelet con su caballería que venía desde Sorlada. El ejército de Figueras se pone en marcha, baja de Galdeano y atraviesa el Urederra por el puente de Artavia. Por si acaso se llevan como rehén a un concejal de Galdeano, que moriría en la batalla. Aunque los liberales piden ayuda a las tropas de Estella, éstas no se movieron. Zumalacárregui en vez de caer en la trampa, prefiere prepararles una emboscada en el estrecho de San Fausto.
Carondelet cuando llegan a San Fausto presiente el peligro y manda un escuadrón de reconocimiento por la parte alta de la montaña. La compañía de Valladolid al comprobar los escarpado del terreno, si comunicar nada a su jefe, se vuelven hacia el valle. Carandolet con 150 caballos y 700 infantes se dispone a cruzar el angosto confiado de que los de Valladolid no alertan de ningún peligro. Es entonces cuando desde el bosque cercano se inicia una descarga generalizada y a quemarropa de los carlistas. Los liberales atrapados entre las rocas y el río optan por cruzar el Urederra (afortunadamente para ellos era el 19 de agosto y el río bajaba con poca agua). Muchos se ahogaron junto a sus caballos. Los carlistas matan a mansalva y consiguen muchos prisioneros. Los liberales que consiguen pasar el río huyen hacia Estella y Zumalacárregui con su botín (más de 6000 mil duros que llevaba la columna liberal) y la matanza realizada se retira a Abárzuza.

Este episodio nos permite comprobar cómo la aristocracia española, frente a lo que siempre se ha defendido, se posicionó claramente con los liberales. Tanto Carondelet como el conde de Via-Manuel que fue hecho prisionero y después fusilado pertenecían a la alta nobleza española, pues ambos eran Grandes de España.

Zumalacárregui era astuto y sus soldados aguerridos pero se enfrentaban a un ejército con nefastos mandos y soldados poco motivados, asustados, lejos de sus poblaciones de origen en un país hostil y no muy organizados. Murieron más de 250 soldados liberales. Cuando llegó el general córdova con el socorro ya no había ningún rastro de los carlistas. Solo pudieron enterrar a los muertos y atender a los heridos.
Zumalacárregui consiguió la clave que servía para las comunicaciones del ejército liberal, que en el fragor de la batalla había perdido Carandolet. Lo sorprendente es que los liberales no cambiaron las claves en muchos meses los que les supuso grandes perjuicios.




Toño Ros Zuasti. rosza@wanadoo.es.

Más información en el blog. http://castillosestella.blogspot.com

jueves, 17 de julio de 2014

La suerte de Roma también se pudo decidir en Eraul

En el marco de las guerras sertorianas el poblado vascón de Altikogaña fue conquistado y destruido. Los restos arqueológicos de las armas utilizadas en la batalla se esconden entre las raíces del denso encinar de Eraul.

Los vascones del siglo I a. c. se posicionaron a favor de Roma durante la guerra civil sertoriana. Esta decisión costó muy cara a la población de altikogaña situada en una peña junto a la actual Eraul.
Y es que el militar y político romano en rebeldía que tenía su sede en Huesca, Quinto Sertorio, realizó una expedición de castigo a lo largo del Río Ebro. Así, con su ejército, destruyó la ciudad berona de La Custodia, junto a Viana. De allí, puede que subiera hacia el norte, ya que en esas fechas fue arrasada la población de Altikogaña. Mi amigo el arqueólogo Javier Armendáriz, nos cuenta que gracias a la construcción de una pista forestal se pudo encontrar abundante material de guerra romano, entre los que destacan decenas de glandes de plomo (munición de las hondas), jabalinas, pilum (lanza típica del ejército romano), puntas de lanza e incluso puntas de ballesta.

Sertorio lideraba a una parte de la República Romana que luchaba contra la dictadura de Sila. Como él ejercía de propretor de la Hispania Citerior (Noreste de Hispania) había conseguido muchos apoyos entre los pueblos indígenas a los que había favorecido. Junto con ellos se sublevó contra la dictadura de Roma. Sin Embargo Roma también buscó alianzas entre los pueblos hispanos y encontró una muy sólida en los vascones. Ante los importantes éxitos de Sertorio, Roma envío a Pompeyo que situó sus tropas cerca de Pamplona a la que dio el nombre latino. Tras una traición Sertorio fue asesinado en Huesca y a partir de ahí la derrota de su ejército fue inevitable.

Fotografía de Sergio Casi
Altikogaña era un poblado vascón situado en lo más alto de la peña central de los montes de San Fausto. Había permanecido allí durante unos mil años, en la época de la Edad del Hierro. Controlaba un paso estratégico de acceso a los valles de montaña de Allín y Améscoa. La altura era una aliada defensiva, por un lado contaba con el pronunciado escarpe de la peña y por el otro se protegía con una fuerte muralla de piedra, de la que todavía quedan restos. De todas formas, el ataque, muy violento, de Sertorio entre los años 76 y 73 a.c. fue devastador. Podemos suponer que cientos de armas se lanzaron contra la ciudad y es probable que fuera incendiada. Altikogaña quedó destruida y posteriormente fue abandonada.


En la actualidad un denso y apacible encinar oculta los gritos y estruendo de las armas y soldados romanos y vascones que durante días se enfrentaron por la política de la Roma Republicana.