viernes, 28 de diciembre de 2012

La sublevación de Estella en 1512. Delimitación de los escenarios del conflicto.

La sublevación de Estella en 1512.


Delimitación de los escenarios del conflicto. Fotos y diagramas de Sergio Casi.

Laburpena


Estellako Gaztelu Nagusia 1512ko udan Nafarroako erresumaren konkistan erresistentzia-gune garrantzisenetakoa eta iraunkorrena izan zen. Estellerriko nobleziak gidatu zuen gazteluaren defentsa. Nafarroako mariskalak eta tokiko nobleak ziren San Martingo jaunak eta Velaz de Medranok haien gaztelu eta jauregietatik juan de Labrit errege legitimoaren monarkia defendatu zuten. Horrela, nafar-frantses tropak Nafarroan sartu zirenean Iruñea berreskuratzeko asmoz, Estellako biztanleak oldartu eta espainiar soldaduak hiritik bota zituzten. Hiriko burgo bat Egiatarren eraiginaren menpe zegoen. Bertze beaumondarrekin batera, familia honek Labrit erregearen aldekoen garaipena erraztu zuen. Estella berriro azpiratua eta arpilatua izan zen.

Artikulo honetan denbora zein tokiak zehazten dira, hala nola gertakarien protagonistak izan ziren gizataldeen interesak.





Resumen.

El castillo Mayor de Estella se convirtió en el verano de 1512 en uno de los focos más importantes y persistentes de resistencia ante la conquista española del Reino de Navarra. La defensa de este castillo fue dirigida por la nobleza vinculada a la merindad de Estella. El mariscal de Navarra y los nobles locales, señor de San Martín y Vélaz de Medrano, organizaron desde sus castillos y palacios-fortalezas la defensa de la monarquía del rey legítimo Juan de Labrit. De esta forma, cuando las tropas navarro-francesas entraron en Navarra con la intención de recuperar Pamplona, la población de Estella se sublevó y llegó a expulsar de la ciudad a los soldados españoles. Un burgo de la ciudad de Estella estaba dominado por la familia burguesa de los Eguia. Junto a otros beaumonteses este clan familiar se distinguió por facilitar la derrota de los partidarios del rey labrit. Estella fue nuevamente conquistada y sometida a un saqueo.

En el artículo se intentan concretar los tiempos y los espacios así como los posibles intereses de los grupos sociales protagonistas de estos sucesos.




Introducción.

Entre los hechos conocidos y que se consideran símbolicos de la resitencia de Navarra tras la conquista de 1512, siempre se citan los casos de Amaiur y Fuenterrabía. Pero son menos concocidas las resistencias de Tudela y Estella en el verano de 1512.

Queda mucho por aclarar de los sucesos de esos años decisivos en la independencia del Reino de Navarra. Pero no es menos verdad, que todavía no sabemos que tipos de intereses hicieron posicionarse a los navarros en uno u otro bando. Conviene que cada una de las ciudades y villas de la Navarra de entonces sean analizadas, conociendo los grupos sociales, los lazos familiares y el control de las actividades enconómicas. Este artículo es un intento de aportar unas líneas para el conocimiento de los que pudo pasar y se pudo sentir en Estella.





La división por parcialidades de la Merindad de Estella.

La invasión del verano de 1512 resaltó la división territorial entre las dos parcialidades que se había mantenido en años anteriores. El sur estaba controlado por el conde de Lerín y las principales villas, Viana, Mendavia o Lerín, le eran fieles. En el norte el dominio era agramontés. La nobleza de Tierra Estella estaba controlada por grandes familias como los Baquedano (Señores de San Martín) que controlaban Améscoa, y las instituciones reales de Estella; La de los Velaz de Medrano, señores de Igúzquiza y Learza, y la de los mariscales de Navarra, dueños del palacio más importante de la ciudad de Estella y que habían conseguido mediante permuta la fortaleza de Cábrega(1). La fortaleza de Aberin y los castillos de Monjardín y de Salinas de Oro, también estaban bajo el control agramontés. El monasterio de Iranzu había tenido de abad a Diego de Baquedano que murió en 1499, trece años antes de la conquista. Su sucesor fue Domingo de Aoiz, al cual le tocó mediar en la rendición de los legitimistas cercados en el castillo Mayor. Negoció con Baquedano. Su intervención en los sucesos de Estella, quizá le granjearon enemigos puesto que un año más tarde, 1513, dejó sorprendentemente el cargo de abad a petición propia(2).


Mapa de la merindad con la división por parcialidades



Posible influencia de la condición social en la adscripción a uno u otro grupo banderizo.

Analizando el comportamiento de las distintas familias ante la invasión española se puede intuir que puede haber un distinto comportamiento en función del papel social de cada grupo humano. Es evidente que en el conflicto navarro hay una división clara entre dos grupos de la nobleza y sus distintas fidelidades. Pero el caso de Estella nos puede ayudar a comprender que además de la filiación familiar y el comportamiento mantenido ante unos y otros reyes de Navarra, quizá se planteen intereses socioeconómicos. Sería importante matizar la actuación de dos importantes familias de mercaderes como son los Cruzat en Pamplona y los Eguia (3) en Estella. El comportamiento de las poblaciones de Pamplona es decisivo en la conquista española. Es verdad que fueron momentos muy difíciles para todos los navarros, con muchas dudas y titubeos. Es claro que la conquista fue impuesta por la fuerza. Pero también es verdad que la colaboración de grupos influyentes de las ciudades de Pamplona y Estella pesaron en la victoria de los españoles. Precisamente estas familias comerciantes conocieron, a partir de la incorporación a España, de un periodo de grandes favores reales y de importantes beneficios políticos y económicos.

En lo que nos concierne más a nosotros, el caso de los Eguias, es evidente que facilitaron la defensa pro-española desde el control que ellos tenían del burgo de San Miguel. Aunque en la exposición de méritos que presentaron al rey Fernando, es comprensible que hubiera grandes exageraciones, allí explican la participación de toda la familia Eguia como un posicionamiento militar y ocupación de la iglesia fortaleza de San Miguel. A partir de este momento es esta familia la que controla la vida política municipal y mueven los resortes económicos de la zona.

En la reacción de la familia Eguia habría que tener en cuenta un hecho muy importante. Durante el siglo XV se constata la introducción de familias aristocráticas en la ciudad. De hecho la pripicipal familia agramontesa, la del mariscal de Navarra, consigue hacerse con un palacio en Estella y construye una capilla familiar(4) en la iglesia de San Pedro de la Rúa. Las familias burguesas de Estella se vieron amenazadas y organizaron una fuerte oposición sobre el derecho de propiedad de la parroquia principal de Estella(5). Esta incursión de la aristocracia rural y de la alta nobleza en la ciudad pudo provocar una reacción entre la burguesía local que viera amenazados sus inteseses políticos y económicos.

La facilidad con la que la aristocracia de Tierra Estella controla militarmente la zona, probablemente esté sustentada en el dominio que los palacios de cabo de armería, tenían sobre cada uno de los valles, tanto en la organización de la defensa como en las fidelidades familiares. Los campesinos y villanos tenían que tener una fuerte dependencia politico-económica respecto de estos señores locales. Los señores de San Martín (Baquedano) tienen bajo su influencia todas las tierras de la Améscoa a partir del castillo de Gollano y de la torre de San Martín. La familia Vélaz de Medrano tenía que organizar el territorio que va desde el piedemonte de Montejurra hasta los valles de Valdega, con las fortalezas de Igúzquiza y Learza. El señor del palacio de Azcona(6) es otro de los protagonistas de la sublevación de Estella, él se encargaría de organizar las tierras del valle de Yerri, Guesalaz y de asegurarse el control del castillo de Oro, en Salinas. Los valles de la Berrueza los dominaba el mariscal de Navarra gracias a la reciente adquisición de la fortaleza de Cábrega. Los pasos que bordean Montejurra hacia el norte eran estratégicos y forzaron a los legitimistas navarros a controlarlos mediante el dominio del castillo de Monjardín y La fortaleza de Aberin, antigua posesión de los templarios.

Hay que tener en cuenta el concepto de honra y dignidad que manifestaron una y otra vez, los miembros de la nobleza navarra para no jurar a Fernando de Aragón. Ellos alegaban que estando vivo su rey, Juan de labrit, al que ya habían jurado fidelidad anteriormente, era todo un deshonor volver a jurar a otro señor.(7)

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1.López Lacalle, Manuel, Monasterio de Iranzu, 1994, p.90.
2.López Lacalle, Manuel, Monasterio de Iranzu, 1994, p.92. La intervención de este abad no está del todo clara ya que Pedro Esarte, citando a Agramont y Zaldívar, dice que el abad de Iranzu se llamaba D. Rodrigo. Curiosamente, D. Rodrigo de Acedo fue el abad que sucedió a Domingo de Aoiz. Sin embargo, la precisión de Agramont no es muy fiable.
3.Para saber más sobre esta familia, Castellano Guitiérrez, Antonio, "Los Echávarri de Estella. Una familia burguesa medieval. Contribución a su estudio", Príncipe de Viana, Pamplona 1994, Nº 202, pags. 305-330.
4.En 1457 una reunión que interesa al monasterio de Iranzu se realiza en la capilla del Mariscal Felipe de Navarra, en la iglesia de San Pedro de la Rúa de Estella. López Lacalle, Manuel, Monasterio de Iranzu, 1994, p.87.
5.Ros Zuasti, Antonio “El Caso de Estella” en Varios, Escándalo Monumental. 2009, Tafalla., Altaffaylla Kultur Taldea, p. 120.
6.Ramírez Vaquero, Eloísa, Solidaridades nobiliarias y conflictos políticos en Navarra, 1387-1464, Gobierno de Navarra. Dpto. de Cultura y Turismo, Pamplona, 1990,p. 263. En 1455, Pierres de Peralta agradecía a Martín Sánchez de Azcona con las pechas de Azcona y Yerri, porque había defendido esos lugares, ante una incursión de las tropas beaumontesas, con una guarnición de cinco hombres.
7.Esarte Muniain, Pedro, Navarra, 1512-1530. Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico. 2001, Pamiela, Pamplona, p. 92.




Tiempos y espacios de la sublevación de Estella.

Tras la rendición y entrega de Pamplona el día 25 de julio de 1512, la mayoría del territorio navarro se puso bajo la obediencia del rey Fernando. Entre las excepciones se encontraban la ciudad de Tudela y su castillo, Los valles pirenaicos de Roncal y Salazar, algunos valles de la Baja Navarra y el castillo Mayor de Estella. La ciudad de Estella con su alcalde, Pedro de Arbizu a la cabeza, decidió jurar obediencia al rey Fernando de Aragón, regente de Castilla. Al parecer se produjo una fuerte discusión entre los partidarios de abrir las puertas de la ciudad al ejército del duque de Alba y los partidarios de resistir y mantenerse fieles al rey legítimo, Juan de Labrit(8). Como el resto de ciudades acudieron a Pamplona y el 16 de agosto, en el monasterio extramuros de Santa Olalla, donde residía el duque de Alba, juraron fidelidad a cambio del respeto a los privilegios de la ciudad. En la representación estellesa se encontraban los hermanos Nicolás y Juan de Eguia, Juan de Arbizu, Lope de San Juan, Juan de Grocin y el señor de Anderaz. Es importante que se consideraron representantes de la ciudad y de toda la merindad.



La ocupación española(9)

Nos cuenta Monteano, que el domingo 22 de agosto, las tropas españolas bajo las órdenes de Juan Enríquez de Lacarra, entraron en la ciudad. En el pórtico del Santo Sepulcro, al anochecer, Juan Enríquez de Lacarra, juró en nombre del rey de España respetar los privilegios de la ciudad. El alcalde, el justicia Juan Jiménez de Aras y los jurados del concejo juraron fidelidad al nuevo rey. Como acto símbolico de soberanía el alcalde y el justicia entregaron sus varas de mando al representante del rey Fernando, y éste hizo entrega de las mismas varas devolviéndolas y confirmando en sus cargos a los dos representantes del concejo estellés. Como notario de la ciudad firmó el acta, Juan de Ocina.  Los soldados españoles tomaron posiciones en el convento de Santo Domingo en el cual se hicieron fuertes e iniciaron el cerco del castillo Mayor en el que se había refugiado el señor de Zala con la intención de resistir. Sería importante saber si el castillo de Belmecher y la fortaleza de Zalatambor estaban controladas por los legitimistas o por los españoles. La idea de que el ejército de Lacarra se instalara en Santo Domingo puede indicar que no controlaban Belmecher. Pero dada la cercanía de Santo Domingo respecto del castillo Mayor y la capacidad y fortaleza del convento, es probable que fuera preferido por las tropas de Lacarra incluso a pesar de haber podido controlar Belmecher.


En la portada del Santo Sepulcro se realizó el ritual de cambio de varas. Se debería haber realizado en la casa del concejo, capilla de San Martín, pero se tuvo que realizar lejos de la artillería del castillo Mayor
Mientras las distintas poblaciones de Navarra iban rindiéndose y jurando fidelidad al rey Fernando, el castillo o los castillos de Estella resistían. Así lo cuenta Luis Correa, cronista del ejército del Duque de Alba. “El castillo de Estella estaba en su pertinacia, creyendo el alcaide, que más que todos sería tenido por fuerte, si más de las afrentas esperase”(10).




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8.Monteano, J. Peio, La Guerra de Navarra (1512-1529), Pamiela, Pamplona, 2010, p. 44 y 45.
9.En el artículo se emplea frecuentemente la denominación de ejército español o tropas españolas. Es así como se llamaban a sí mismos los soldados del Duque de Alba. Nunca emplean la denominación de castellanos. Así se puede apreciar en la obra del cronista Luis Correa y de otros autores. De la misma manera, cuando estos cronistas se refieren al ejército del rey Juan de Labrit le llaman francés. También llamaban franceses a todos los navarros partidarios del rey don Juan. Según Correa así hablaba el duque de Alba a sus tropas antes de la batalla por Pamplona. “Porque veo las banderas de los enemigos acercarse os encargo que saquéis de vergüenza el nombre y gloria de España”. Correa, Luis, La conquista del reino de Navarra, Pamplona, Diario de Navarra, 2002, p. 189.
10.Correa, Luis, La conquista del reino de Navarra, Pamplona, Diario de Navarra, 2002, p. 79.


Estella se subleva por su rey Juan de Labrit

Al otro lado de los Pirineos el rey de Navarra depuesto, había conseguido organizar un importante ejército con la ayuda del rey de Francia. La idea era entrar en la alta Navarra y dirigirse hacia Pamplona, a la vez que las principales ciudades de Navarra se sublevaban contra las tropas española. El encargado de organizar la sublevación era el mariscal de Navarra que se encontraba en Logroño jurando fidelidad forzada al rey Fernando. Hacia el 4 de octubre aprovechando la ausencia de Fernando de Aragón, el mariscal de Navarra huye, atraviesa Navarra y se reune con las tropas del rey Juan de Labrit, en la Baja Navarra. Quizá pudo pasar por Estella y dar las órdenes precisas para organizar la sublevación de la ciudad y de la comarca. El levantamiento en las tierras de Estella fue organizado por el señor de San Martín, y Jaime Vélaz de Medrano. Tomaron el castillo de Oro en Salinas, la fortaleza de Cábrega, el castillo de Monjardín y la fortaleza de Aberin. Recorrieron los distintos valles para reclutar gente y avanzaron sobre Estella. Consiguieron reunir unos 700 infantes y concertaron el ataque a la villa con la ayuda interna de los agramonteses y la irrupción desde el castillo Mayor, de las tropas que allí resistían. Entre los ciudadanos de Estella que lideraron la sublevación se encontraban Felipe Garriz y Pedro de Echávarri, no sabemos si este último podía pertenecer a los famosos Echávarri de la ciudad del Ega, lo que nos indicaría que los Eguia y Echávarri no siguieron la misma causa de forma homogénea. El 5 de octubre, desde el castillo, se incia la lucha con la toma del burgo de San Martín y atravesando el puente del mismo nombre, entran en el burgo del Rey por las puertas de San Juan y de las Gallinas. En este burgo se juntan con las tropas que han llegado de fuera y han forzado la puerta de la Gallarda y otras de la muralla de la ciudad y juntos, podemos suponer en la plaza del Mercado Nuevo (plaza de los Fueros), gritan !viva el rey don Juan! ¡Navarra! ¡Navarra!(11)

Las tropas castellanas se refugian en el convento de Santo Domingo y los beaumonteses de Estella, en la iglesia-fortaleza de San Miguel. Al día siguiente, 6 de octubre, tras una negociación, los soldados españoles abandonan la ciudad, dejando Estella en manos de los agramonteses.
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11.Monteano, J. Peio, La Guerra de Navarra (1512-1529), Pamiela, Pamplona, 2010, p. 61.

La reacción del ejército hispano-beaumontés

Con las tropas del rey Juan de Labrit entrando en la Navarra Alta, la situación en el sur se complica en gran medida. Al rey Fernando estos acontecimientos le sorprenden en Tudela y rápidamente vuelve a Logroño. Su reacción es muy rápida y con un gran sentido estratégico. Comprende que lo fundamental es impedir que las tropas navarro-francesas contacten con Estella. Por ello, establece un fuerte control de la zona de Puente La Reina y decide recuperar Estella de forma contundente. Para el día 8 de octubre un importante ejército de beaumonteses y españoles rodean Estella. Pedro Esarte calcula más de 4.000 soldados, sin incluir los porteadores. Peio Monteano(12) habla de más de 3.000. La operación de asedio a Estella la organiza el marqués de Comares que se encontraba en Pamplona. De las tropas que se desplazan hacia Estella desde Pamplona se encarga directamente Francés de Beaumont, que se hace acompañar de soldados españoles y navarros. Entre otros, el señor de Elío con gentes de Echauri, Juan Beltrán de Arbizu con soldados de la Burunda, Aranaz y Arakil, y Esteban de Zunzarren con gentes de Pamplona,(13) en total más de 1.500 hombres. Desde Vitoria y capitaneados por Diego Martínez de Álava, diputado general de Álava, se trasladan a Estella más de 1.200 militares. La tercera columna que converge sobre Estella lo hace desde Logroño. Son tropas del duque de Nájera dirigidas por Pedro de Beaumont y Juan López de Lazcao y suponen alrededor de mil hombres más.


Torre de San Jorge de la fortaleza de San Miguel
El ataque comienza el sábado día 9 de octubre al amanecer. Se lucha en la muralla de la zona de Lizarra. El avance es torre por torre. Es probable que las mayores dificultades las encontraran en la fortificada puerta de la Gallarda y en la fortaleza de la iglesia de Lizarra. Mucho más fácil fue la toma del burgo de San Miguel. Durante la noche(14), los soldados de Francés de Beaumont consiguen una traición y les abren una de las puertas de la ciudad, por donde entran sin dificultad. Aunque no se especifica de qué puerta hablan, es probable que sea la de San Lorenzo, ya que como sabemos el burgo de San Miguel tenía muchos seguidores del rey Fernando. Precisamente la familia Eguia, el padre Nicolás y sus hijos Pedro, Esteban, Miguel y Diego, más un centenar de sus partidarios se hicieron fuertes en las torres de iglesia-fortaleza de San Miguel, al grito de ¡Viva Fernado de Aragón!. Entre ellas la torre de San Jorge y otras de las que jalonaban el recinto amurallado que cicundaba la parroquia de San Miguel(15).
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12.Monteano, J. Peio, La Guerra de Navarra (1512-1529), Pamiela, Pamplona, 2010, p. 61.
13.Esarte Muniain, Pedro, Navarra, 1512-1530. Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico. 2001, Pamiela, Pamplona, p. 121.
14.Boissonnade, Prosper, Historia de la incorporación de Navarra a Castilla, Gobierno de Navarra. Dpto. de Cultura y Turismo, Pamplona, 2005, p. 527.
15.Ros Zuasti, Antonio, El nacimiento de Estella y sus castillos, Altaffaylla, Tafalla, 2009, p. 113.

En una acción rápida e intrépida, muy típica del innovador ejército español de esos años, dos oficiales, Fernando de Torres y Fernando Mendez(16), irrumpen por sorpresa en pleno corazón de la ciudad, remontando el río Ega y subiendo por sus presas, hasta aparecer junto al convento de San Francisco. Allí se produce una de las batallas más encarnizadas. Los legitimistas desbordados retrocenden buscando el refugio del castillo Mayor. Los combates se trasladan a la zona del convento de Santo Domingo y el castillo de Belmecher. Allí se producen muchas bajas, entre ellos Juan de Iñiguez y Juan de Lance, del lado de los partidarios de don Juan, a los que no les queda otro remedio que encerrarse en el castillo Mayor y en la fortaleza de Zalatambor.

Las tropas beaumontesas y españolas incian un saqueo de la ciudad. De forma simbólica y como advertencia de la posibilidad de que Estella pierda sus privilegios, se produce la captura de todo el archivo de la ciudad.

Durante los bombardeos y disparos sobre los castillos, es herido de un balazo el alcaide de Zalatambor(17). Tras producirse su muerte, esta fortaleza se rinde y solo queda la resitencia del castillo Mayor que es cercado y puesto en sitio.

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16.Santamaría Rekarte, Fernando, “Intentos de recuperación del Reino de Navarra”, Huarte de San Juan, Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 1994, Nº 1, pag. 42.
17.Esarte Muniain, Pedro, Navarra, 1512-1530. Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico. 2001, Pamiela, Pamplona, p. 122.

El problema del cerco a los castillos de Estella.


Dibujo idealizado del castillo de Belmecher. Manu Gómez de Segura.
 La versión que plantean los hitoriadores que más recientemente han analizado los archivos es confusa sobre la ocupación de los castillos de Estella. Sabemos que el castillo de Estella resistió a la invasión de Julio de 1512. Desde allí se consiguió sublevar la ciudad y nuevamente, derrotados los legitimistas navarros, el repliegue vovió a generar una nueva situación de cerco alrededor del castillo Mayor.


Dibujo idealizado de la fortaleza de Zalatambor.
 Pedro Esarte dice, citando a Ábalos, que la fortaleza de Zalatambor se rindió tras morir su alcaide de un balazo. Pero no sabemos quién pudiera ser ese alcaide y todavía no podemos precisar donde estaba Zalatambor(18). Luis Correa nos ayuda con su crónica: “Que de tres fortalezas que en una son, le ganó las dos, llamada una Belmecher y la otra Zalatambor. Y estas ganadas, en la otra recogido el alcaide, al rey Don Juan lo hizo saber que le socorriese, porque estaba en extremo y gran menester”(19). Esa otra en la que dice estaba recogido el alcaide, era evidentemente el castillo Mayor, que es el último reducto de ese sistema defensivo que tan bien describe el escritor castellano “que en una son”.

La fortaleza de zalatambor estaba mu próxima a los otros castillos y era muy pequeña. Iñaki Sagredo propone que pudiera estar en el lugar en el que se conservan las ruinas de dos pequeñas torres, en la peña cercana que está a menor altura. Aunque la documentación no precisa el emplazamiento de este pequeño castillo es lógico que alguna ruina haya podido dejar(20).

Monteano señala que el alcaide que resistió en el castillo de Estella era el señor de Zala. Sin negar que esto pudiera ser así hay que señalar que tradicionalmente el señor de Zala era partidario de los beaumonteses(21). Bien es verdad, que no eran infrecuentes el cambio de bando en algunos nobles navarros. Martinena, en la relación que nos ofrece de alcaides del castillo Mayor no cita al señor de Zala. Si que nos indica que en 1499 estaba el señor de Ecala, Juan Fernández de Baquedano(22). Se nos hace más fácil admitir al señor de Ecala como el alcaide que controlaba este importante castillo, ya que pertencecía a la familia de los señores de San Martín, que tan protagonistas fueron de estos sucesos. El interés de esta familia por el dominio de los castillos de Estella se puede ver en que Juan Ramírez de Baquedano había sido el alcaide de Belmecher en 1464. Le sucedió como último alcaide, Juan de Eraso, en 1494. Precisamente el último alcaide de Zalatambor es otro personaje de la importante familia de Améscoa, Lope de Baquedano, en 1494.

Sea quien fuera el alcaide del castillo Mayor, el peso de la resistencia de Estella, no cabe duda que lo llevaron el señor de San Martín (Baquedano) y Vélaz de Medrano (Igúzquiza y Learza).

La resistencia del castillo Mayor duró todo el mes de octubre. A Estella llegaron más refuerzos de las tropas españolas que habían participado en el sometimiento de Olite y Tafalla. Con ellas llegaba el veterano militar español, marqués de Comares y alcaide de los Donceles, Diego Fernández de Córdoba, que fue quien se hizo cargo del sitio al castillo. Durante días, las tropas españolas disparaban sus dos piezas de artillería traídas desde Fuenterrabía y es probable que los legistimistas usaran sus propios cañones. La única esperanza de los del castillo que se comunicaban con las tropas del rey don Juan, es que un grupo del ejército real acudiera a Estella a liberarlos tal y como les prometía constantemente. La operación se puso en marcha y una columna de Navarro-franceses llegó hasta Puente La Reina, pero allí fueron rechazados23. Un grupo de azadoneros inciaron las labores para socavar las murallas del castillo. Desesperados, sin posibilidades de resistencia, se inciaron las negociaciones dentro del convento de los dominicos. Allí acudían distintas familias de la merindad para intentar convencer a sus parientes de lo inutil de la empresa. Entre los que consiguieron salir tras una negociación se encontraba el palaciano de Azcona. Fue su mujer quien se entrevistó con los mandos navarro-españoles y con la mediación del abad de Iranzu consiguió que su marido saliera del castillo y se volviera a casa. Debía ser un señor muy mayor y la razón de la edad pudo pesar mucho ya que su hijo, Tomás de Azcona, se negó a abandonar a los sitiados y permaneció dentro del castillo.


El convento de Santo Domingo fue cuartel de las tropas españolas, testigo de grandes enfrentamientos y lugar de las negociaciones para la rendición.
 Desesperados los defensores del castillo Mayor, negociaron la rendición. Habría que destacar el papel desempeñado por el justicia de Estella, Jiménez de Aras, de la familia de los Eguia, y que mantuvo una doble posición de empleado del rey don Juan pero también, según las circunstancias, defensor del rey Fernando. Según Monteano fue el señor de Zala el que, nuevamente en Santo Domingo, se reunió con el marqués de Comares y establecieron el acuerdo. Esarte dice que la negociación fue con el señor de San Martín y el acuerdo fue firmado por Vélaz de Medrano, algo que parece más razonable por ser de mayor rango y ser ellos los que habían dirigido la sublevación de la ciudad. A los españoles les interesaba terminar cuanto antes con el problema de Estella y poder disponer de todo el ejército para la defensa de Pamplona.

El acuerdo de rendición del castillo Mayor de Estella, incluía el respeto de las personas y bienes de los legitimistas. Se les permitiría salir con sus armas, si bien con las banderas tendidas, y poder ir a sus casas o a donde quisieran. Firmado en Estella, fue ratificado en Logroño por el rey Fernando de Aragón. Una condición para garantizar el cumplimiento suponía la entrega de rehenes de los hijos del alcaide, del líder Felipe Gárriz y Juan de Dicastillo y Juan López de Abárzuza.

El 30 de octubre de 1512 los legitimistas del castillo Mayor de Estella se rendían y abandonaban las únicas murallas que habían sido capaces de resistir desde la entrada del ejército español del Duque de Alba en Navarra el día 18 de julio de 1512. Con los pendones de Navarra y de Juan de Albret tendidos desfilaron por las calles de Estella, por el pasillo que les hacían los alaveses, riojanos, beaumonteses navarros y españoles. Lideraban con dignidad, el cortejo, el señor de San Martín y Vélaz de Medrano. Muchos se fueron a sus casas, otros siguieron a sus líderes naturales y a través del castillo de Oro se incorporaron al ejército de Juan de Labrit, junto a las murallas de Pamplona. Las demás fortalezas importantes estaban ya en manos de los españoles, Cábrega, Monjardín, Aberin...

Los castillos de Estella sufrieron diferente suerte. Ya no hubo tres alcaides. Solo quedó uno al mando del castillo Mayor, y no fue otro que el famoso coronel Villalva. Nunca más, pues, hubo alcaide de Zalatambor ni de Belemecher. Y nuncan más un navarro fue alcaide del castillo Mayor. Zalatambor y Belmecher fueron demolidos en las distintas campañas de destrucción de los castillos y defensas de Navarra. Mientras tanto una guarnición española se hizo cargo del castillo Mayor y todavía se hiceron importantes obras de mantenimiento. Ya lejos de las disputas de la guerra de consquista de Navarra, el castillo Mayor fue demolido mediante una explosión con pólvora en el año 1575.

La ciudad negoció la devolución de los documentos del archivo y el respeto a sus privilegios. A partir de este momento el ayuntamiento de Estella estuvo controlado por los Eguia y los Beaumonteses. Los principales agramonteses fueron expulsados de la ciudad. Así lo cuenta Correa: “El alcaide de los Donceles, entendiendo en tener el pueblo seguro, les quitó las armas y mandó que a labrar los campos se diesen. E por mayor seguridad desterró veinte hombres bulliciosos y escandalosos”(24).
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18.Ros Zuasti, Antonio, El nacimiento de Estella y sus castillos, Altaffaylla, Tafalla, 2009, p. 113.
19.Correa, Luis, La conquista del reino de Navarra, Diario de Navarra, Pamplona, 2002, p. 153.
20.Sagredo, Iñaki, Navarra, Castillos que defendieron el Reino, Tomo I, Pamiela, Pamplona , 2006, p. 285.
21.Ramírez Vaquero, Eloísa, Solidaridades nobiliarias y conflictos políticos en Navarra, 1387-1464, Gobierno de Navarra. Dpto. de Cultura y Turismo, Pamplona, 1990,p. 241. Luis de Beaumont contaba, en 1452 con el apoyo de Beltrán, señor de Zala, como lugarteniente del condestable de Navarra.
22.Martinena Ruiz, Juan J., Castillos Reales de Navarra, Siglos XIII-XVI, Gobierno de Navarra. Dpto. de Cultura y Turismo, Pamplona, 1994, p. 628.
23.Boissonnade, Prosper, Historia de la incorporación de Navarra a Castilla, Gobierno de Navarra. Dpto. de Cultura y Turismo, Pamplona, 2005, p. 529.
24.Correa, Luis, La conquista del reino de Navarra, Diario de Navarra, Pamplona, 2002, p. 154.

Hipótesis y propuestas de investigación.

La merindad de Estella se dividió en dos durante los sucesos de la conquista de 1512. Viana, los territorios del condado de Lerín y Los Arcos que pertenecía a Castilla, se posicionaron a favor de las tropas del duque de Alba. Las fidelidades al desterrado condestable de Navarra permitieron que los beaumonteses fueran capaces de controlar el sur de la merindad de Estella y plantearan una medida tan traumática como la sustitución de un rey por otro.

La ciudad de Estella, a pesar de estar controlada por los agramonteses tiene un burgo, el de San Miguel, claramente en manos de los beaumonteses y que tiene un papel muy activo en el apoyo al ejército del rey Fernando de Aragón.

La familia burguesa de los Eguia es la protagonista de la lucha beaumontesa en la ciudad de Estella. Es un clan con claros intereses económicos en los negocios dentro de Navarra y fuera de este pequeño mercado. Sabemos de la vinculación de la familia con el obispo Nicolás de Echávarri (agramontés) y de la indignada reacción de los Eguia tras el asesinato de aquél, por el líder de los agramonteses. Pero es importante comprobar si además de los rencores familiares, los intereses económicos pudieron influir en la posición pro-española de los Eguia.

El mariscal de Navarra tenía su residencia principal en Tafalla. Pero se puede comprobar como en la segunda mitad del siglo XV hay una penetración de los intereses de esta familia en Estella y su comarca. Los mariscales habilitan un palacio25 en la ciudad del Ega y eligen la iglesia de San Pedro de la Rúa como panteón familiar. Además a través de una permuta con el monasterio de Iranzu consiguen poseer una fortaleza estratégica en el occidente de la merindad, frontera con Castilla, como es Cábrega.

La complejidad del recinto castelar de Estella provoca confusiones y dudas entre los investigadores de la guerra de conquista de Navarra. Cada uno de los castillos de Estella tenía su propio tenente o alcaide. El castillo de Estella es el castillo Mayor, y es éste el que consiguió resistir durante meses y casi en solitario, en toda Navarra, a la consquista española de 1512. Los otros dos castillos eran el de Belmecher y la pequeña fortaleza de Zalatambor. Cuando el castillo Mayor todavía resistía, los otros dos habían caido en manos de las tropas asaltantes.



Bibliografía:

Boissonnade, Prosper, Historia de la incorporación de Navarra a Castilla, Gobierno de Navarra. Dpto. de Cultura y Turismo, Pamplona, 2005.

Castellano Guitiérrez, Antonio, Los Echávarri de Estella. Una familia burguesa medieval. Contribución a su estudio. Príncipe de Viana, Pamplona 1994, Nº 202, pags. 305-330

Correa, Luis, La conquista del reino de Navarra, Pamplona, Diario de Navarra, 2002.

Esarte Muniain, Pedro, Navarra, 1512-1530. Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico. 2001, Pamiela, Pamplona.

López Lacalle, Manuel, Monasterio de Iranzu, 1994.

Martinena Ruiz, Juan J., Castillos Reales de Navarra, Siglos XIII-XVI, Gobierno de Navarra. Dpto. de Cultura y Turismo, Pamplona, 1994.

Monteano, J. Peio, La Guerra de Navarra (1512-1529), Pamiela, Pamplona, 2010

Ramírez Vaquero, Eloísa, Solidaridades nobiliarias y conflictos políticos en Navarra, 1387-1464, Gobierno de Navarra. Dpto. de Cultura y Turismo, Pamplona, 1990.

Ros Zuasti, Antonio, El nacimiento de Estella y sus castillos, Altaffaylla, Tafalla, 2009.

Ros Zuasti, Antonio “El Caso de Estella” en Varios, Escándalo Monumental. Tafalla, Altaffaylla Kultur Taldea, 2009.

Santamaría Rekarte, Fernando, “Intentos de recuperación del Reino de Navarra”, Huarte de San Juan, Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 1994, Nº 1, pag. 42.







sábado, 15 de septiembre de 2012

Héroes y villanos de Navarra. 1512-2012. Nuestros héroes olvidados

Torre de San Pedro desmochada. Se puede ver que era una torre más alta y que fue seccionad, eliminado los elementos defensivos

El vaho de la ventana impedía ver el exterior, pero en la esquina de la parte superior izquierda, la humedad  luchaba
 sin conseguir condensarse y dejaba ver los copos de nieve que se alborotaban contra el cristal.


Tocando una madera oscurecida por el tiempo, emparejado sin remedio en mesas de dos en dos, con mi goma “Milan” guardada en el hueco, donde en tiempos debió haber habido un tintero, escuchaba con emoción la valentía de esos tres héroes castellanos, Padilla, Bravo y Maldonado (comuneros), ejecutados por sublevarse contra un rey extranjero. D. Alberto nos leía el libro de texto y nos indicaba que eso sucedió en Castilla, cerca de Villalar en 1521.

En el mapa del libro de Historia dibujaban Navarra como reino anexionado a Castilla. Una flecha señalaba lo que parecía un intento de invasión de los franceses en 1521. Nada más. En el recreo todos queríamos ser los comuneros y con palos jugar a la batalla de Villalar. Pero nos hubiera gustado más ser los heroicos navarros que luchaban contra reyes extranjeros. Al parecer no había más héroes navarros en esas fechas que San Francisco de Javier que se fue a la China. Realmente no nos daba por jugar a misioneros que convertían a los chinitos. Como mucho, nos identificábamos con Javier, echando unas monedas en la ranura abierta en la cabeza de un chino que el profesor tenía en su gran mesa.



Un día nos fuimos de excursión al castillo de Javier. El autobús serpenteaba torpemente entre las curvas, de pronto las torres almenadas se dejaron ver. Nos pegamos codazos por tener un trozo de ventanilla. Allí estaba, tan fuerte, tan majestuoso, con muchas torres y un gran foso alrededor. ¡Nos fascinó!

Mi compañero Miguel se extrañó, -¿Pero para qué quería un santo un castillo? Iniciamos una visita guiada por un jesuita y nos sorprende con que la torre mayor era mucho más alta y que fue mandada derribar por el cardenal Cisneros. Nos miramos unos a otros y coincidimos en odiar a tan nefasto cardenal. Aunque D. Alberto nunca nos habló de él, ni el libro de texto decía nada de haber mandado derribar los castillos de Navarra, todos habíamos oído contar a nuestros abuelos y padres que fue este eclesiástico y su esbirro coronel Villalba quienes ordenaron desmochar la torre de San Pedro de la Rúa. La vuelta a casa se desarrolló con los cánticos habituales, “conductor acelere...” o “vamos a contar mentiras”. En ese momento se me pasó por la cabeza que por alguna razón en el libro de Historia “por el mar corrían las liebres y por el monte las sardinas”.



A falta de héroes los navarros, no cabe duda de que teníamos villanos. En una escapada al monte, un grupo de niños descubrimos un angosto paso junto a la basílica del Puy. Primero nos encontramos con una inscripción de piedra que señalaba ese lugar, como en él que se encontró la imagen de la virgen robada. Nos asustamos mucho ya que esto nos recordó las manos cortadas de los ladrones que se habían convertido en piedra. Más adelante, abriéndonos paso entre la maleza llegamos a la parte trasera de la iglesia. Nos creíamos solos fuera del alcance de cualquier mirada en un sitio tan apartado y escondido, cuando nos sobresaltó una placa de bronce que indiscreta, despistaba nuestros propósitos de clandestinidad. Lo decía bien claro, allí, el nefasto Maroto había fusilado a los generales carlistas. Pero, ¿Por qué nunca Don Alberto nos contaba la Historia que nos interesaba? Ya teníamos otro nefasto. Todos habíamos oído decir “ más traidor que Maroto” Ahora comprendíamos que Maroto existió y que debió vivir en Estella. Nos preguntábamos, los navarros héroes no teníamos pero ¿Cuántos traidores nefastos podríamos llegar a contar? 

Torre de San Miguel. Se le ha eliminado las almenas, matacanes y otros elementos que hacían de la iglesia una fortaleza

Nos parecía evidente que Don Alberto se iba a enfadar mucho si le comentábamos estos temas. Por alguna razón que no entendíamos, ni el libro ni el maestro, querían hablar de nuestros héroes o villanos. Teníamos que mantener en secreto nuestras averiguaciones. Otro día, un compañero nos añadió otro villano que todos enseguida reconocimos. Su abuelo le había dicho que si hablábamos de traidores, el más importante era el conde de Lerín. ¡Claro que sí! Nadie sabíamos quién era ese conde pero todos habíamos escuchado en más de una ocasión que era un malvado.




Estando en casa de un amigo, jugando a Robin Hood, para representar un juramento medieval, cogimos de la estantería un libro que nos parecía muy antiguo. Era un volumen de color negro con decoración dorada en relieve, en el lomo. Al leer el título nos pareció curioso. “Geografía General del País Vasco Navarro” de Julio Altadill. En su interior impreso sobre papel satinado incluía una Historia de Nabarra de Arturo Campion. No cabía duda, ¡Esta era nuestra ocasión! Teníamos que encontrar a nuestros héroes. En efecto, Campión, nos sumergió en un nuevo mundo que había estado totalmente oculto. Juan de Jaso, padre de San Francisco de Javier, era un patriota navarro que luchó junto a su verdadero rey Juan de Labrit. Sus hijos Miguel y Juan de Jaso participaron en la defensa del castillo de Amaiur y más tarde en la resistencia de la fortaleza de Fuenterrabía. ¡Ahora entendíamos para qué necesitaban en castillo de Javier y por qué el miserable Cisneros había ordenado derribarlo! Quien siempre se había negado a aceptar al falso nuevo rey Fernando el Católico se llamaba Pedro de Navarra, mariscal. Asesinado en el castillo de Simancas por negarse a traicionar a los navarros. Pero lo que nos impactó más era que cerca de Estella había un castillo de los Belaz de Medrano que lideraron la defensa del castillo de Amaiur. En Iguzkiza, rebelde ante los vientos de la Historia permanecía en pie una parte de la fortaleza desmochada por Cisneros donde habían nacido Jaime y Luis Belaz de Medrano que murieron asesinados en el castillo de Pamplona.



El aire estaba enrarecido. Los bocadillos de tortilla, encima del radiador, impregnaban la clase de un denso olor. D. Alberto nos explicaba la defensa heroica de 1808 en Madrid de Daoíz y Velarde contra los franceses. Esperábamos con ansia el recreo. Con disimulo sacábamos la navaja que usábamos para jugar al dólar y con un pequeño roce en el mugre de la mesa ajada, escribíamos los nombres de Belaz de Medrano, Jaso, Pedro mariscal de Navarra. No queríamos que se nos olvidaran. En el descanso queríamos jugar a los nuestros. Ya no necesitábamos a Robin de los Bosques. Nos olvidábamos de Villalar y los comuneros. Nuestras nuevas batallas sería Noain, Amaiur y Fuenterrabía. Nuestros héroes, los navarros.


domingo, 8 de julio de 2012

El panteón de los Mariscales de Navarra en San Pedro de la Rúa

Allí donde los Pirineos buscan el mar, en un día brumoso y con la habitual llovizna del otoño, me encontré un día con el panteón de los reyes de Navarra, Catalina de Foix y Juan de Labrit. Los últimos reyes de la Navarra de las dos vertientes del Pirineo, vieron frustrado su último deseo, manifestado por escrito en su testamento, de ser enterrados en el sepulcro real principal, en la catedral de Pamplona. Pero la parte sur de su reino se la arrebataron en 1512, por lo que decidieron que mientras no pudieran descansar en Pamplona fueran sepultados en el panteón de los señores de Bearne, en el interior de la catedral de Lescar. Durante unos minutos estuve en silencio a los pies de su tumba. La sepultura, como casi todas, sufrió los embates de las guerras de religión en 1569, pero hoy se ha querido restablecer la memoria con una placa de bronce que dice “aquí están inhumados los reyes de Navarra de la familia de Foix y de Bearne”. En el silencio de la catedral de Lescar muchos pensamientos se agolpaban en mi cabeza y también recuerdos.


Siendo pequeño, en un día también gris me quedé impresionado por el gigante sepultado en la colegiata de Roncesvalles. Sancho el Fuerte era para mí el orgullo de un rey que representaba a los navarros, alto, poderoso, victorioso de la batalla de las Navas. En contraste, me llegaron las sensaciones de calor y penetrante olor a pino y genista que me acompañaron mientras caminaba para llegar a Poblet. Mi peregrinación tenía el destino del famoso monasterio mediterráneo, con la intención de encontrarme con el enterramiento del Príncipe de Viana. Los valores que siendo niño apreciaba en Sancho el Fuerte eran superados por la intensidad de la emoción de encontrarme con un escritor, sabio, historiador y fundamentalmente honrado, Carlos de Viana. La figura de nuestro príncipe siempre me viene unida a la de su abuelo el rey Carlos III, enterrado en sepultura principal junto al altar mayor de la catredal de Pamplona. El rey noble, siempre equilibrado y juicioso procuró el beneficio de todo su reino. Nájera, Oña, por supuesto Leye, Monjardín acudían a mi mente en un repaso de la extensa genealogía de reyes navarros.

En ese momento me estremecí ligeramente. La penunbra de la catedral de Lescar me permitía dibujar en mi imaginación el rico relicario que Carlos II regaló a la iglesia de San Pedro de la Rúa de Estella. Allí ordenó depositar la espalda de San Andrés, pues era su agradecimiento a la ciudad que tanto quería. En mala hora, la codicia, la ignorancia y la estupidez provocaron que un párroco, en 1712, malvendiera tan importante tesoro. De alguna forma, la iglesia de San Pedro había sido predilecta de un rey. Estando junto a los restos de nuestros reyes legítimos, injustamente destronados del sur de Navarra, me acordé de su más valiente y leal servidor, Don Pedro de Navarra, Mariscal de los ejércitos navarros en 1512. Tras el expolio del relicario del rey Carlos, a la parroquia de San Pedro le quedaba el honor de mantener sepultado junto al altar mayor al héroe de la guerra de independencia de Navarra, iniciada en 1512.

Las nubes que oscurecían el Bearne comenzaron a romperse y los rayos de sol sorteaban con éxito, en algunas ocasiones, las grises barreras del cielo. Desde una ventana ojival, la catredal se iluminó un momento. Parecía que un foco quisiera resaltar la importancia del bronce labrado con los nombres de los monarcar navarros. Me pareció que así debería ser. Los protagonistas de la historia de nuestro pueblo podían ser recordados con dignidad. La catedral de Lescar, además de los avatares desgraciados del siglo XVI volvió a sufrir destrucciones en los turbulentos años de la Revolución Francesa. Se creyó que tantos infortunios habían provocado la desaparición de las egregias sepulturas. Sin embargo, gracias a un párroco más juicioso que el nuestro, tras unas obras, se descubrió con gran sorpresa, que las tumbas estaban en buen estado, debajo del altar mayor.

Quién nos iba a decir que también debajo del altar mayor de San Pedro de la Rúa se encontraba uno de los tesoros más importantes de nuestra iglesia. También unas obras lo habían puesto de manifiesto.

Los Navarra, la familia del mariscal, procedían de forma indirecta del rey Carlos II. Formaban parte de la familia real y constituyeron la alta aristocracia navarra. Estaban ligados a Pamplona pero asentaron sus posesiones en Tafalla, donde construyeron un magnífico palacio. Es probable que tras emparentar con la familia de los Arellano se hicieran cargo del palacio de éstos en Estella. Situado frente a la iglesia de San Pedro, los Arellano habían transformado, la antigua lonja medieval, en un noble palacio urbano. La ciudad del Ega les cautivó y decidieron enterrarse en una capilla privativa, junto al altar mayor de la principal iglesia de la ciudad. La misma que tenía depositado el relicario del patriarca que inició la saga de tan importante familia.

Los Navarra institucionalizan el panteón familiar en la iglesia de San Pedro de la Rúa según el testamento de Felipe de Navarra y su mujer Juana de Peralta en 1449. Se excavó una cripta en el suelo para disponer los enterramientos. En la superficie de la iglesia cercaron la capilla con unas rejas. Unos arcos con pequeña bóveda constituían el túmulo funerario. En las rejas y arcos figuraban los escudos de armas de la familia de los mariscales. En la cripta están enterrados Felipe y Juana, su hijo Pedro de Navarra, quinto Mariscal. El nieto llamado Felipe y que era el sexto Mariscal. El hermano de este último, Don Pedro de Navarra, séptimo mariscal y héroe de la guerra de independencia de Navarra que fue asesinado en la cárcel del castillo de Simancas, en 1522. Su hijo, Pedro de Navarra, Marqués de Cortes, octavo mariscal y reconocido como el jefe del ejército navarro que conquistó Fuenterrabía (1521-1524), en el último intento desesperado de recuperar la independencia de Navarra. Junto al octavo mariscal estaban Miguel y Juan Azpilicueta (hermanos de Francisco de Javier), Petri Sanz, Martín Goñi, Valentín Jaso entre otros navarros. Siguiendo con la relación de sepultados tendríamos que señalar a Ana de Benavides (mujer de Pedro) y sus yerno e hija, Juan de Benavides y Jerónima Navarra. Es probable que el último enterramiento fuera la hija de estos últimos, Ana de Navarra y Benavides que murió en 1579.

En la catredal de Lescar se enseñorea la claridad de la luz del sol. Aprovecho la ocasión para depositar una rosa roja, pensando que aunque en la placa no figura la pincesa Doña Blanca (hermana del Príncipe de Viana) también allí fue enterrada nuestra princesa más querida. Se hace tarde y es hora de volver a Estella. Han sido unos momentos muy intensos, creo que merecía la pena venir hasta aquí. Mi próxima visita me gustaría que fuera a la iglesia de San Pedro de la Rúa. Llevaría, también, una rosa roja para depositar sobre la tumba de los mariscales. Sin duda, sería el 24 de noviembre, día del asesinato en Simancas de Don Pedro de Navarra, séptimo mariscal de los ejércitos navarros. Para entonces, las obras de San Pedro habrán terminado pero no sabemos si como en Bearne una placa nos indicará el lugar donde está la cripta. No sabemos, siquiera, que ha sido de la cripta encontrada con las obras. En fin, no podemos saber si un nuevo expolio se ha producido al patrimonio de Estella, como aquel del relicario del rey Carlos II, o esta vez sí, prevalece la cordura y como nuestros hermanos bearneses, restablecemos la memoria histórica de la iglesia matriz de Estella.



Toño Ros Zuasti. rosza@wanadoo.es

Blog. http://castillosestella.blogspot.com

sábado, 5 de mayo de 2012

El molino de Irache en Arizala




Las operaciones de adquisición de un molino en Arizala nos dan una idea de la importancia que para el Monasterio de Irache tenía el control de los sistemas de producción y de generación de riqueza en la época medieval.
El papel secundario de la mujer en la época medieval cambiaba ante la consideración de viuda o de huérfana. Así en Arizala en el año 1141, las tres hermanas huérfanas Mancia de Arizala, Oneca de Arizala y Sancha de Arizala negociaron junto a sus maridos o hijos con el Monasterio de Irache la cesión de sus derechos de propiedad sobre el molino llamado Erret Hiera. Dado que errota en euskera es molino, hablamos del molino de Iera o Yera.

El monasterio de Irache diseñó una estrategia para controlar los principales molinos de Tierra Estella. Unas veces compraba la propiedad, otras cedía un terreno a un emprendedor para que construyera el molino y a cambio exigía la mitad de la propiedad. En otras ocasiones se asociaba con burgueses de Estella y realizaba las obras a medias. Esta estrategia se mantuvo en el tiempo y fue sostenida por diferentes abades. Tanto interesaban al monasterio los molinos de las ciudades como Estella o Puente la Reina, como los de los pueblos. En este caso, el cenobio apostó por el río Iranzu, a su paso por Arizala y cerca del monasterio de Eza que también controlaba. Es probable que las moliendas comenzaran en Octubre y se mantuvieran hasta Mayo, aprovechando los meses de importante caudal de tan pequeño río. Como molinos había pocos y estaban en manos de los poderosos, a los campesinos no les quedaba más opción que entenderse con Irache. El molino de Iera contaba con una presa, los derechos de aguas y la riqueza de las riberas.

Nueve años después 1150, el monasterio quiere completar la operación de control del molino erret hiera. En esta ocasión negocia con Orti de Eza y hermanos. A cambio de sus derechos en Iera les ofrece participar en la propiedad del monasterio de Santo Tomás de Eza. La oferta es jugosa por lo que el interés de Irache era manifiesto.

¿Y qué les ofrecieron los frailes a las hermanas Arizala? Nada más y nada menos que unas tierras puestas en cultivo con un producto especial, el lino. En el término de Isasartea, los de Irache producían lino para los talleres textiles pero prefirieron permutarlo por el molino. La mayoría de las operaciones con propiedades que se hacen en esta época son cambios, se supone que de parecido valor, en los que no se utiliza el dinero.

La fotografía de Sergio Casi que acompaña el artículo está tomada frente al puente de Arizala sobre el río Iranzu, cerca del lugar donde se construyó el molino de Iera.
Molinos, monasterios, tierras de cultivo... Son innumerables los movimientos estratégicos de los monasterios de Irache e Iranzu por el control económico de la merindad de Estella.





Toño Ros Zuasti. rosza@wanadoo.es. Fotografía de Sergio Casi.

Más información en el blog. http://castillosestella.blogspot.com

lunes, 9 de abril de 2012

Agramonteses y beaumonteses en Estella








A finales del siglo XV, en Estella, se sufrían las lastimosas consecuencias de la guerra civil entre los bandos de beaumonteses y agramonteses. Como en el resto de Navarra, Estella, se dividió en dos parcialidades. Pero evidentemente predominaban las familias y linajes que pertenecían a los agramonteses. La familia de los Baquedano que procedían de Améscoa, controlaban el castillo Mayor y sectores políticos y económicos de la ciudad. Tuvieron representantes en el ayuntamiento o controlaron importantes molinos, como el situado junto a la tintura, al lado de la judería nueva. También el monasterio de Irache estaba bajo el control de algunos, pertenecientes al linaje de los Baquedano. Entre otras importantes familias agramontesas que comenzaron a instalar sus palacios nobles en la ciudad, es de destacar la de los Mariscales de Navarra, Marqueses de Cortes, que lideraron durante mucho tiempo a esta facción. Se hicieron con la antigua lonja de comercio, llamada “Pórtico de San Martín” (actual Museo Gustavo de Maeztu) y la trasformaron, ampliando sus dependencias y convirtiéndola en uno de los palacios más importantes de la villa. Para la piedra de la ampliación, consiguieron las buenas piezas de sillería del Castillo Mayor, que iba a ser derribado, y de los elementos defensivos del Puente de San Martín. En este puente había una importante torre, llamada del “Populo”, que servía de puerta de entrada al burgo del Rey (San Juan). En el entorno más inmediato, la familia Vélaz de Medrano, era propietaria del palacio de Cabo de Armería de Igúzquiza. Esta familia se distinguió más tarde por la férrea defensa de la independencia de Navarra y por la lealtad a los reyes Catalina de Foix y Juan de Labrit. Una de las familias más importantes, era sin embargo, beaumontesa. Los Echávarri-Eguía con un pasado claramente agramontés, cambiaron de bando cuando fue asesinado, por Pierres de Peralta (agramontés), uno de sus miembros principales, el obispo Nicolás de Echávarri. Los Eguía construyeron sus palacios al estilo italiano en el burgo de San Miguel (actual biblioteca y la casa de enfrente) y cuentan con una importante capilla en la iglesia parroquial. Los Echávarri, aunque parece que pudieron proceder de la parroquia de San Miguel, tenían sus palacios en el Burgo Nuevo ( Santo sepulcro) o más tarde construyeron en la calle de La Rúa (palacio del Gobernador). Estas últimas familias lucharon a favor de las tropas castellanas de Fernando el Católico y tras el triunfo se hicieron con el poder político de la recién nombrada ciudad. Cerca de Estella, la principal fortaleza era la de Cábrega, que perteneció a la familia del Mariscal.
En la guerra de independencia de Navarra, unos y otros, lucharon en bandos contrarios y tuvo que pasar un siglo para que las diferencias entre las facciones fueran desapareciendo poco a poco.
Toño Ros Zuasti.

jueves, 5 de abril de 2012

De la peste negra a la gripe española















El final de la Edad Media y la Edad Moderna fueron sometidas al azote de la peste negra. El siglo XVIII fue la ocasión de la epidemia de la viruela. En el XIX los estragos demográficos los ocasionó el cólera. 1918 es el año de la última gran pandemia con la extensión de la mal llamada gripe española.
“Cuando en primavera al cuco oyes cantar, vivirás un año más” Este es un refrán cierto si se refiere a los estragos de la gripe, pandemia que llegó a ser catastrófica cuando todavía no se había descubierto la penicilina (Fleming 1929). Verdaderamente la llegada del cuco supone el avance de la primavera y el paulatino abandono del frío persitente. El año 1918, en plena Iª Guerra Mundial, desde EEUU la gripe se extendió por Europa y por todo el mundo ocasionando grandes estragos. En Estella y merindad la muerte catastrófica afectó a todas las familias. Cuando una casa quedaba afectada se colocoba una silla en la puerta, así el médico ya sabía que allí había gripe y tenía que entrar. ¿Nos podemos hacer una idea de que una gran epidemia nos afectara en la actualidad y uno o dos miembros de cada familia perdieran la vida? Pues con todo, la epidemia de gripe del 18 que mató varios millones de personas en el mundo, no tiene nada que ver con la devastación que provocaron otras pandemias, a lo largo de la Historia.
Entre las mortandades más agresivas tenemos que situar a la peste negra que llegó a Navarra en el año 1348. Hasta entonces la población no había hecho más que crecer. Pero cuando una comunidad se hace más grande necesita más recursos y estos no es fácil que aumenten. Así es que unos años antes de entrar la peste, la hambruna golpeó todos los pueblos de Navarra. Entre una y otra, poblaciones enteras desaparecieron. Ya no hablamos de familias afectadas sino de localidades prósperas desaparecidas. Tenemos muchos casos de despoblados en la Merindad. Un caso síngular es el de Desiñana que aparece en la fotografía de Sergio Casi y que contó con una iglesia gótica de mucha calidad. Famosas son las pinturas macabras que representan la danza de la muerte, como las del castillo de Javier.
La peste llegó por las pulgas de las ratas venidas por rutas comerciales desde la India. Con una mayor higiene y mejor nutrición se pudo vencer a esta pandemia que desapareció en el siglo XVII. La enfermedad que la sucedió era menos catastrófica, la viruela. Las crisis del siglo XVIII son fundamentalmente de esta enfermedad. Descubierta la vacuna por Edward Jenner en 1796, que se fijó en la inmunidad de las ordeñadoras de vacas que adqurían una viruela debilitada que padecían las vacas, se consiguió erradicar tan calamitosa epidemia.
Siempre tiene que haber sucesora. En el siglo XIX campearon por Europa el cólera y el paludismo (malaria). El paludismo se fomentaba en las lagunas y por eso Napoleón ordenó desecar las Landas y plantar pinos. (Gran desastre ecológico). El cólera prosperaba los veranos por el consumo de aguas en mal estado. Lo único bueno del cólera ha sido la famosa novela de García Marquez, “El amor en los tiempos del cólera”. La llegada de las aguas hasta las ciudades (acueducto de Noain y la mayoría de las fuentes monumentales de nuestros pueblos) consiguió evitar que los veranos fueran temidos por la posible llegada del cólera.
Como vemos difícil vida la de nuestros antepasados siempre agradecidos por haber sobrevivido un invierno más o un nuevo verano.






Texto: Toño Ros



Fotografías: Sergio Casi